Hace unos años tuve una alumna con dificultades descomunales.
Se trataba de una adolescente con 16 años a la que tenía que explicarle el temario con un lenguaje muy sencillo para que no perdiera el hilo; pero aún así, lo perdía. Recuerdo que yo estaba obsesionada con captar el momento en que ella desconectaba para -justo ahí- rescatarla y devolverla al sistema.
En cada explicación, paso a paso, iba parando para preguntarle si me seguía o necesitaba que se lo explicara de otro modo, a la vez que cultivaba la confianza entre nosotras para que se soltase y llegar a la raíz del problema.
Podrás encontrar esta fórmula en la página 6 del cuaderno Esquemática 2
Hasta que un día, después de muchas historias y risas, al incorporarnos al ejercicio, me dijo:
– Eso no lo he entendido.
– Ok –le respondí. Dime exactamente dónde te has quedado.
– Después del segundo “igual”.
– Vale –tragué saliva. ¿Entiendes lo que hay antes de ese signo?
– Sí, sí; cómo aplicar la segunda identidad me ha quedado claro.
– Bien. Entonces, ¿no entiendes lo del final? ¿Qué, concretamente?
– Pues no sé por qué aquí pones “5 al cuadrado” y después pones “25”.
¡Zas! En ese momento, sentí como si un piano me cayera encima. Debía retroceder muchos años, muchos cursos, coger aire, disimular, quererla (quererla mucho) y recordarle:
– Porque es lo mismo “5 al cuadrado” que “25”. Hace mucho tiempo, te explicaron que debemos conocer los cuadrados más importantes. Mira, te los escribo aquí.
Entonces, escribí los 16 primeros cuadrados perfectos en la pizarra y los dejé ahí toda la sesión para que los viera.
En mi cabeza aún resuenan muchas preguntas desde aquel día:
¿No lo había preguntado esto antes a nadie?
¿Dejó pasar el tiempo por vergüenza a hacer esa pregunta?
¿En qué momento del sistema educativo se les escapó esto?
¿Cómo ha llegado sin recursos hasta aquí, hasta 4 ESO? Si ha llegado hasta aquí sin saberlo, es una superviviente.
¿Nadie vimos esta carencia antes?
A partir de ese día, preguntó todas las dudas que arrastraba en silencio, lo que supuso recorrernos en las siguientes sesiones los últimos cursos de Primaria y varios de la ESO, hasta conseguir que se incorporara al nivel que le exigía el sistema para su edad.
No podemos permitirnos que una sociedad con los recursos de los que disponemos tenga adolescentes con carencias que le impidan desarrollar su potencial. Somos las primeras responsables en advertir esto.
[…] “Para educar a un niño se necesita una tribu entera”, relata un proverbio africano; con el fin de darle al niño y a la sociedad lo mejor de uno mismo.
Podrás encontrar esta cita en el Capítulo 13 de mi libro.
Me parecen fantásticos y preciosos esos comentarios y explicaciones. Es una forma agradable, sutil y muy elegante el enseñar de esta manera. Seguro, que los estudiantes se acogerán a tu elegancia y confianza que les transmites. Sigue así, qué belleza ¡
Muchas gracias por tu comentario y por verlo con esos ojos.